El elemento más característico y visible de una instalación fotovoltaica es un número determinado de
placas o paneles solares que se encargan de
transformar la radiación solar en electricidad.
Deben instalarse en
superficies soleadas, sin interferencias de sombras a lo largo del día o durante algún período del año, normalmente en los
tejados o cubiertas de la casa (aunque, si hay espacio, también se pueden colocar en el suelo) y orientados, tanto como sea posible para obtener un mejor rendimiento,
hacia el sur (hemisferio norte).
El otro elemento básico de una instalación fotovoltaica es el
inversor, que
transforma la corriente continua que generan las placas en corriente alterna con la frecuencia característica de la electricidad de consumo.
Además, centraliza la información de funcionamiento del conjunto de placas, lo cual hace posible, entre otras cosas,
la monitorización del funcionamiento de la instalación, por ejemplo, a través del teléfono móvil por parte del propio usuario.